Apego
El apego es una capacidad biológica de todos los mamíferos. Una de sus definiciones es la capacidad innata de las crías de generar un deseo de cuidado en los adultos que lo rodean. Esto se debe a sus gestos, características físicas, olores y sonidos. Sin embargo, el desarrollo del apego requiere no sólo de estas cualidades en un bebé, si no además la presencia de un adulto capaz de atender y descifrar estas señales; el ejemplo más conocido es el «sexto sentido» de las madres, que diferencian llantos de hambre, de soledad, de cambio de pañales, o risas de alegría, de sorpresa, de juego, en sus niños.

Utilidad del apego
Los niños recién nacidos están recién conociendo sus emociones. En la evolución, las emociones son importantes para regular conductas de supervivencia: sorpresa para escapar de un peligro, rabia para enfrentarse a un enemigo, alegría para participar de grupos y manadas, ternura para el cuidado de los menores, y así.
Estudios muestran que madres capaces de proporcionar un apego seguro sincronizan sus sistemas simpáticos (que vimos en el formulario pasado) con los de sus bebés, y el contacto de ellas, que ya conocen sus emociones, con el hijo, permite que este hijo vaya regulando el ritmo de descarga de adrenalina.
Esto permite durante los primeros años de vida el desarrollo de la corteza orbitofrontal, encargada durante la vida adulta de ser capaz de identificar, y eventualmente controlar, las emociones que la persona siente, regulando su descarga de adrenalina, sus conductas con otros, y su relación de bienestar / malestar según sea la emoción que se siente.
Para lograr esto, la corteza orbitofrontal recibe información de los sentidos, de la memoria de la persona, y muy importante mente, de los sistemas propioceptivos. Estos son aquellos sistemas de información que monitorean el estado fisiológico del cuerpo: el ritmo del corazón, la temperatura, la presión muscular, la función digestiva, etcétera.
Si resumimos lo anterior, la presencia de un adulto significativo con habilidades para regular los estados afectivos del bebé permite el desarrollo de los lugares en el cerebro que interpretas y regulan las propias emociones.
Enfermedades del Apego
Sin embargo, cuando no hay un adulto cuidador, o cuando las habilidades del adulto son insuficientes para las necesidades de regulación del niño, la corteza orbitofrontal se desarrolla con menos capacidades de regular las emociones. Hay tres tipos de alteraciones de apego: el apego inseguro evitativo, el ambivalente, y el desorganizado. Estas conducen a diversos síntomas, en la edad adulta, de la dificultad en la regulación de las emociones. Cada uno puede darse en distintos niveles de severidad, siendo los más severos causas de enfermedades en la adultez. Típicamente, niños que han tenido trastornos de apego muy graves recibirán posibles diagnósticos en la adultez de trastorno de la personalidad límite, estrés postraumático complejo (también llamado desorden de estrés extremo no especificado), o eventualmente graves trastornos por abuso de sustancias.
El trauma simula una enfermedad del apego
El estudio de las enfermedades postraumáticas ha mostrado que los trastornos del apego también se pueden adquirir. Esto porque el sector más afectado, cuando está el diagnóstico de estrés postraumático, es justamente la corteza orbitofrontal; diversos estudios con sofisiticadas técnicas de imagenología cerebral coinciden en este hallazgo.
Esto genera una capacidad reducida de interpretar mensajes propioceptivos y del mundo externo para entender y clasificar emociones, y sobre todo, para reaccionar acorde a ellas y al contexto en que aparecen. Esto en consecuencia desordena la modulación de la amígdala cerebral, el «ejecutor central» de las emociones.
Los síntomas de las alteraciones de apego
Dos tipos de desórdenes de modulación aparecen: la sobremodulación (exceso de represión de la actividad de la amígdala) y la submodulación (una falta total de control sobre la actividad de la amígdala). En lo sucesivo, la persona alternará entre estos dos estados, yendo desde explosiones emocionales a la pérdida casi completa de sus emociones y sentimientos.
Como nuestras emociones y sentimientos además nos permiten relacionarnos con otros, es muy usual que las personas con estas dificultades en la modulación afectiva presenten trastornos en sus relaciones habituales, agravando aún más, y deteniendo sus posibilidades de mejoría.
Revisemos algunos síntomas típicos que producen estas alteraciones de apego:
- Somatización: Por un lado, la imposibilidad de interpretar las propias sensaciones físicas, así como la dificultad de expresarlas como emociones, fuerzan al cerebro a transformarlas en síntomas físicos. Además, el constante estado de hipervigilancia, que revisamos en el formulario pasado, hace que la persona esté «hiper-atenta» a todos sus síntomas corporales; por último, la hiperalerta, con sus síntomas secundarios de insomnio y actividad muscular producen una fatiga continua que exacerba las molestias físicas.
Los síntomas de somatización más frecuentes de encontrar son: dolores de cabeza, molestias gastrointestinales, dolor de espalda, dolor pélvico, sensaciones de ahogo o vértigo. Formas extremadamente severas podrían incluso confundirse con una convulsión. - Afecto y Ánimo: Con la incapacidad de regular las emociones, la persona se verá arrastrada por «tormentas» en su ánimo, cambiando entre depresión y estallidos de ira, así como a veces «espacios de vacío» en que pareciera experimentar la ausencia de emociones. Muchas veces estas «tormentas» generan mucha vergüenza después, por lo que la persona tiende a aislarse, aumentando los sentimientos de soledad y depresión, y la rabia por la incapacidad de sí mismo y de los otros de ayudar.
- Problemas en las Relaciones: Las personas queridas se ven perplejas frente a los ánimos inexplicables de la persona afectada por el trauma, y tienden a alejarse o acercarse demasiado, lo que activa las «señales de alerta» y generan más inestabilidad anímica en la persona, con lo que aparece un círculo vicioso. Como el apego está desordenado, la persona siente al mismo tiempo intensa necesidad de ser cuidada y protegida, con la necesidad de aislarse para mantener la seguridad y el control, por lo que se relaciona de forma impredecible y cambiante con los otros.
El efecto de la terapia en las alteraciones de apego

La buena noticia es que estos problemas tienen tratamiento. Tanto las psicoterapias orientadas a trauma como las farmacoterapias (en menor medida que las primeras) contribuyen a la rehabilitación de las funciones de la corteza orbitofrontal, es decir, la recuperación de las capacidades de percibir con claridad las propias emociones, controlarlas, y actuarlas saludablemente.
Este proceso puede tener avances y retrocesos, y es más difícil y lento en aquellos que tienen trastornos de apego desde niños comparados con quienes sólo tienen traumas de adultos, pero no imposible.