HIPERALERTA
La hiperalerta después de experiencias traumáticas es normal. Ocurre cuando el cerebro de la persona cree que está en riesgo, porque interpreta inadecuadamente una señal interna o externa, un «gatillante» o «disparador«. Así, responde como si el peligro fuera actual y libera hormonas de estrés al sistema sanguíneo, moviéndose de la señal de peligro a una respuesta automática, sin detenerse a pensar en qué lo activó.
Los síntomas típicos de la hiperalerta incluyen:
- Ansiedad: Por la gran activación fisiológica, la persona puede presentar taquicardia, sudoración sensación de angustia en el pecho, e incluso crisis de pánico.
- Insomnio: Dificultad para conciliar, o para mantener el sueño, y numerosas pesadillas.
- Irritabilidad: Explosiones de ira frente a estímulos o razones menores, pérdida fácil de la paciencia, poca tolerancia a frustrarse.
- Dificultades de concentración: En el trabajo o en la casa, dificultad para lograr tareas prolongadas.
- Respuesta de asombro exagerada o «startle response«: Una respuesta exagerada a los sonidos fuertes o los movimientos repentinos, con asombro o susto.
- Congelamiento: Una respuesta biológica, equivalente a cuando los animales en la carretera son iluminados y se quedan «en suspenso». La persona se siente incapaz de reaccionar, con un miedo que detiene las otras emociones, a veces sin razón, o por conflictos pequeños.

HIPERVIGILANCIA
La liberación de hormonas de estrés es apropiada cuando uno se enfrenta por primera vez a un episodio traumático, y probablemente contribuyó a prevenir un daño mayor al recibido. Sin embargo, la liberación cerebral continua de estos químicos por largos tiempos es una gran presión para el sistema nervioso y puede ser extremadamente desagradable.
Este estímulo químico constante, unido a los síntomas de hiperalerta arriba mostrados «convencen» al cerebro de que el mundo es un lugar extremadamente peligroso e inestable, y mantiene activo al sistema nervioso «simpático» (que no se llama así porque sea cordial, si no porque está en «sintonía» (sym) con la enfermedad o el sentimiento (pathos)).
Como el sistema simpático está constantemente activado, es como una alarma de incendios que se activa sola, o una alarma de autos que se larga cuando pasa otro automóvil por al lado: No sirve para saber cuando en realidad hay peligro. Por eso, la persona, deja de confiar en esas señales corporales y se vuelve «hipervigilante«, como un niño que entra en una pieza oscura que no conoce y está atento a todas las sombras, y les asigna significados inquietantes (ve una cortina y piensa que es un monstruo).
Lo mismo pasa con la persona hipervigilante, con las señales de su propio cuerpo. Cosas que antes no tenían interés (el latido del propio corazón, la respiración, dolores abdominales) adquieren nuevos significados, inquietantes, y activan las señales del miedo, aumentando los síntomas.